Cómo funciona la radioterapia
Efectos de la radiación ionizante en tejidos vivos
Empecemos por ver cómo interactúan las radiaciones con la materia y con los seres vivos. En principio podemos clasificar la radiación en dos tipos diferentes: ionizantes y no ionizantes.
Las radiaciones ionizantes son aquellas que, cuando interaccionan con átomos y moléculas, tienen energía suficiente para arrancar electrones de sus orbitales (ionizan el átomo o la molécula). Los átomos y moléculas ionizados son altamente reactivos, ya que buscan recuperar esos electrones perdidos. Ejemplos de radiaciones ionizantes son los rayos X, radiación gamma, rayos catódicos, neutrones…
Las radiaciones no ionizantes son aquellas que no son capaces de arrancar electrones de sus orbitales, y por lo tanto no provocan cambios químicos en la materia. Lo máximo que pueden hacer es elevar su temperatura. Ejemplos de radiaciones no ionizantes son las microondas, ondas de radio o la luz visible. Estas radiaciones no nos interesan en radioterapia, así que nos olvidaremos de ellas.
¿Qué ocurre cuando una célula viva recibe una cierta dosis de radiación ionizante? Pues muchas cosas. Aparte de algunos otros, los dos efectos más importantes son la producción de radicales OH– a partir de las moléculas de agua del citoplasma y la ruptura de las cadenas de ADN en el núcleo. Los radicales OH– son muy reactivos y tenderán a unirse a otras moléculas, rompiéndolas e interrumpiendo las rutas moleculares de la célula. Eso incluye romper las moléculas de ADN. Sin embargo, dado que hemos evolucionado en un ambiente con una cierta cantidad de radiactividad natural, todas las células de todos los seres vivos poseen mecanismos de reparación, de forma que, si la dosis no sobrepasa ciertos límites, los daños producidos serán, con bastante probabilidad, reparados. Sin embargo, por encima de este límite los daños empiezan a acumularse y pueden provocar que la célula empiece a funcionar de forma defectuosa, pierda su capacidad de reproducirse o muera.