El niño compadrito
En la calle Tambo de Montero 182, de la ciudad de Cuzco, se encuentra esta reliquia a la que muchos cusqueños adoran. Su aspecto es tétrico, y a sus seguidores les inspira una mezcla de respeto y temor.
En la calle Tambo de Montero 182, de la ciudad de Cuzco, se encuentra esta reliquia a la que muchos cusqueños adoran. Su aspecto es tétrico, y a sus seguidores les inspira una mezcla de respeto y temor.
Cada vez que un físico teórico, sea de la talla que sea, nos proclama ufano que ha llegado a la conclusión que Dios es innecesario para la creación del Universo, se me dibuja en la cara una media sonrisa. No se trata de estar en contra de esos deseos integradores del todo que tal ciencia universal nos propone, sino mas bien me hace reflexionar sobre la escasez de las premisas que tales proposiciones se afanan en presentarnos, y mas si tenemos en cuenta que sus propias hipótesis nos hablan de posibles realidades infinitas donde todo entra dentro de lo posible, y por tanto la existencia de una singularidad asimilable a las figuras divinas.
Yo, aún lejos de desestimar la labor de tales mentes, no dejo de pensar que el Antropoceno, como concepto, tiene parcas posibilidades de ser volcado en conjeturas matemáticas, y esto es porque estamos ante una “creación” del hombre, y aunque pudiéramos explicar su física cerebral, el motor, resultaría ajeno a tales conocimientos el porque de la necesidad de la existencia de los dioses.
En agosto de este año, un video en el que aparece un cristo crucificado abriendo los ojos se volvió viral, y todavía hoy sigue circulando por las redes sociales. El video fue publicado por primera vez en el sitio adimensional.com.mx, propiedad de Ivan Escamilla. Aunque Escamilla deja abierta la posibilidad de que podría tratarse de un efecto óptico, lo cierto es que al verlo, eso se descarta inmediatamente.
El Obispo de Legnica (Polonia), Mon. Zbigniew Kiernikowski, aprobó el 17 de abril la veneración de una hostia sangrante que “tiene las características distintivas de un milagro eucarístico”.
Ryan era un niño normal hasta que cumplió 4 años. Entonces, empezó a tener frecuentes pesadillas. Sus llantos despertaban a la madre, que acudía a su cama y le oía decir que quería volver a su casa en Hollywood. En otras ocasiones, se levantaba gritando que le había explotado el corazón mientras se golpeaba en el pecho. Esto alarmó a sus padres, que lo llevaron al médico buscando una respuesta. «Terrores nocturnos», les dijeron.
Una noche, Ryan se metió en la cama de sus padres, tomó la mano de Cyndy, su madre, y la dijo: «¿Sabes mamá? Yo antes era otra persona».