Una pata de OVNI de 250.000 años de antigüedad

En 1973, trabajadores de una cantera a orillas del río Mure, cerca de la ciudad de Aiud, en el centro de Rumanía, descubrieron accidentalmente a unos 10 metros de profundidad, unos huesos fosilizados junto con un objeto extraño.

Los huesos eran de mastodonte, y el objeto se pensó inicialmente que era la cabeza de un hacha utilizada por los antiguos para cazar animales. La datación de los restos varía según donde lo leáis, entre 11.000 años y 250.000.

Los huesos y el objeto fueron enviados al Museo de Historia de Transilvania, donde se almacenaron durante 22 años, hasta que los editores de una revista rumana sobre OVNIs los descubrieron en 1995.

Al raspar la superficie, comprobaron que el objeto no era de piedra, sino metálico. Se tomó una muestra que se llevó a analizar, obteniendo como resultado que el metal es una aleación de aluminio. Hasta 1825 el ser humano no aprendió a procesar el aluminio, así que solo quedaba una explicación:

Los fanáticos de la ufología apuntaron a que pudiera tratarse de una parte del tren de aterrizaje de un OVNI, con el que antiguos astronautas nos visitaron hace miles de años. Quizá algún mastodonte pisara el soporte mientras que los ETs se marchaban y se lo arrancó de cuajo. Quizá.

Descubren tren de aterrizaje de aluminio de una aeronave que visitó la Tierra 250.000 años atrás

O quizá todo tenga una explicación más aburrida.

Los detalles son difíciles de verificar, ya que Rumanía en aquellos años se encontraba al otro lado del Telón de Acero, pero en aquel país abundaban las minas de carbón por lo que las excavadoras iban equipadas con dientes de duraluminio en vez de acero. La razón es que el duraluminio no produce chispas cuando golpea una roca, algo a valorar cuando existe la posibilidad de que se encuentren depósitos de gases combustibles durante la excavación. El duraluminio está compuesto mayoritariamente de aluminio (de ahí su nombre). Concretamente, un 95%. El resto es cobre (4%), magnesio y manganeso. La dureza de la aleación es similar a la del acero, pero con la ventaja mencionada. Hay una desventaja, en cambio: el cobre provoca que el metal se corroa con gran facilidad.

Seguramente, cuando los obreros encontraron los huesos llamaron a algún especialista del museo, que se personó en la obra. Desconocedor de las herramientas utilizadas en la cantera, pensó que un diente que se había desprendido del cazo de la excavadora con la que estaban horadando el terreno, era la cabeza de un hacha. El aspecto viejo y cubierto de restos de tierra ayudaba al equívoco.

Una vez en el museo, ya solo era cuestión de tiempo que alguien atase cabos erróneamente, y los difundiese a los cuatro vientos.



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