¿Qué golpeó contra el avión de los Thunder?

El pasado día 27, el avión que llevaba a los jugadores de los Oklahoma Thunders desde Minneapolis a Chicago, se golpeó contra algo en pleno vuelo. Steven Adams le preguntaba a la NASA en un tuit: «Volando a Chicago a 30.000 pies de altitud. ¿Qué causó esto?»

El incidente ha causado mucho revuelo en los medios, ya que a esa altitud no es normal encontrar un pájaro volando, y menos golpearse contra él.

Metabunk publica una referencia más precisa sobre la altitud a la que se produjo el suceso. El avión se encontraba en la fase de aproximación, y por lo tanto, su altitud era bastante inferior a los 30.000 pies.

El Boeing 757-200 de Delta Airlines, con número de registro N650DL, que realizaba el vuelo charter DL-8935 (27 de octubre) desde Minneapolis, MN a Chicago, IL (EE. UU.) con el equipo de baloncesto de Oklahoma City Thunder, descendía hacia Chicago cuando el cono de la nariz de la aeronave recibió una gran abolladura. La tripulación continuó el vuelo para un aterrizaje seguro en la pista 31C de Midway.

El momento en el que el impacto ocurrió, parece en buena lógica corresponderse con el abandono de la trayectoria del plan de vuelo, para acelerar el aterrizaje en el aeropuerto de destino. Si esto fue así, la altitud del impacto debió de estar en torno a los 19.000 pies (unos 5.800 metros).

La colisión de aviones con pájaros no es común, pero ocurre ocasionalmente. Según los registros oficiales, entre 1990 y 2008 se produjeron 2.200 impactos a más de 5.000 pies de altitud, siendo el que se produjo a mayor altura a 37.000 pies.

La deformación tan exagerada del morro, se debe a que esa pieza es de un material plástico, para permitir que las emisiones de radio puedan traspasarlo. Detrás del morro se encuentra el radar delantero de la aeronave.

La ausencia de plumas y sangre tampoco es algo raro. Hay ocasiones en las que el impacto provoca una gran mancha de sangre y vísceras, principalmente cuando el impacto se produce en una zona dura y angulosa, y otras en las que no queda rastro alguno. Este caso, por ejemplo, ilustra esta afirmación, y tuvo lugar en Seattle en abril de 2016.

 



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